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El Desafío de los 30 días: día 10

La historia que siempre recuerdas con tus amigos

Desafio30d

Kano

Esta es larga. Una de las partidas habituales cuando jugabamos todas las semanas y podíamos intercambiar sistemas era a Rolemaster. En aquellas partidas yo era jugador, y mi personaje, recién salido del horno, era un guerrero de esos chulos, con espada y escudo, algo de arco y muchas ganas de comerse el mundo. Se llamaba Erlin. Erlin Hawk. (Kano, kanohawk… ¿lo pillais? Original que es uno 😀 ).

La cuestión es que el personaje que yo tenía idea de llevar era de uno de esos guerreros de primera fila, de los que destrozan a golpe de espada… pero el destino y mis compañeros tenían otros planes.

En la primera partida, nada más salir, nos encontramos con una zanja que acababa en la entrada a un dungeon. Llegamos al borde de la zanja y observamos como en su interior, esperando junto a la entrada del dungeon, había dos arañas gordotas. Decidimos atacarlas de forma sorpresiva. Nos preparamos y al ser el primero en actuar salto sobre ellas, con tan buena fortuna que saco una de esas tiradas abiertas de Rolemaster, y de un tajo me cargo a la primera araña.

El monje que nos acompaña salta detrás de mí y… pifia. Mierda, cae justo a mi espalda, y al caer me empuja. Tropiezo con el cadáver de la araña, me caigo al suelo y la otra araña me muerde, dejándome inconsciente y envenenado.

Bueno, no pasa nada…

Semanas después, recorriendo un dungeon parecido a Moria, que nos servía también de paso entre montañas, nos encontramos con una sala en la que, de espaldas a nosotros, se encuentra un ogro mago, entretenido en nosequé tareas. No podemos arriesgarnos a que se de cuenta de nuestra presencia y avise al resto de los habitantes del dungeon, así que decidimos acabar con él. Por iniciativa, entro el primero en la sala, con una tirada abierta. Me acerco a un par de metros de él con sigilo y además, le doy un +20 a las tiradas de mis compañeros.

El monje de la escena anterior va a entrar en la habitación, pero… pifia. Y mira que me lo imaginaba. Pisa una cáscara, el ogro mago se gira rápidamente cogiendo la maza de la mesa, y… bueno, el resto me lo cuentan ya fuera del dungeon, con el clérigo preguntándose si con regenerar tejidos me podría quitar las marcas de la maza de la cara.

En fin… yo ya empezaba a estar mosca. Así que entre tanto, el tiempo pasa, vamos subiendo de nivel, y me voy subiendo, como quien no quiere la cosa, la habilidad con arco largo, y dejando un poco de lado la de la espada. Para estar algo más alejado, ya se sabe. No, de los enemigos no. De mis compañeros.

Y un día llegamos a un bosque. El bosque es chungo, y tan solo teníamos que cruzarlo. Realmente no teníamos que hacer nada más que ir de un lado al otro. Pues bueno, nos ponemos en formación y decido ir el último, protegiendo la retaguardia con mi arco. Delante de mi iba el mago, delante el clérigo y al principio el monje. Y en eso que noto un frío terrible y como unas manos fantasmales me cogen por detrás, impidiendo moverme. Además, comienzan a absorberme características, y eso claro, ya no mola. Al parecer, un fantasma elfo me había tomado como su cantimplora.

En eso que el mago se gira y se da cuenta. Se lanza a ayudarme, y piensa que con la magia podría hacerme daño, así que saca la espada corta. En su puta vida había logrado golpear a nadie con la espada. Y en esta ocasión… saca una pifia. El máster decide la probabilidad, y vuelve a tirar. Me da a mi en lugar de al fantasma. Le hace tirar los dados… crítico. Cuarenta y tantos puntos. Erlin llora y pide que le dejen que el fantasma se lo coma. Y en eso que oye como el monje viene corriendo con su espada en lo alto, mientras grita «YOOOTEEESAAAAALVAREEEEEEEEEEEEEEEEE». Tira. Pifia. Tira. Me da. Tira. Crítico. Tira… pierna cortada. Nosecuantos puntos mas y muerte por shock. Vamos, que Erlin mira para abajo y se ve la pierna cortada en el suelo. Y no se cae porque le sujeta el fantasma, que ya empieza a pensar que si con un compañero tienen ese odio, con él ya te cagas.

Bueno, pues la cuestión es que logran revivirme, pegarme la pierna y que las consecuencias en las características no sean demasiado graves. Y Erlin se pasa, decididamente, al arco.

Y entonces llega el número final. Nos piden que acabemos con un par de trolls que están haciendo destrozos. Los localizamos en una torre de piedra y montamos un plan. Yo me subiré a lo alto y mientras les disparo con mi arco por el hueco de la «chimenea» para distraerles, mientras estoy a salvo, y el monje, otro guerrero, el clérigo y el mago entrarán por la puerta y acabarán con ellos aprovechando mi sorpresa.

Subo, me preparo, y espero a que se acerquen mis compañeros. Y a la de tres, comienzan a correr. El monje entra y en la puerta, nada mas entrar, pifia, cae en LA TRAMPA MAS TONTA DEL MUNDO, de esas de picas en el suelo, y se muere (nosecuantos críticos de penetración y demás). El guerrero, que se ve las cosas chungas, se parapeta cerca de la entrada para que los trolls no le puedan atacar a la vez y tampoco puedan salir y yo disparo a toda velocidad.

¿Y el mago? El mago decide que va a tirar con el bastón un boloncho de fuego que los queme. No hay peligro. Le gastará los puntos de magia que tuviese, pero al menos podríamos salir vivos. Tira el boloncho… crítico. Miramos, y vemos que el radio de acción se duplica, el daño pasa a ser estructural, calculamos dicho daño y…

Bueno, el mago, desde fuera de la torre vio como esta se desmoronaba sobre sus compañeros, mientras Erlin, antes de su segunda muerte, se pregunta que había hecho él para tener tan mal karma.

 

Tiberio

Me invitaron a dirigir en unas jornadas que se hicieron en la facultad de historia, la condición es que fuera un evento histórico, así que me llevé una partida para Aquelarre que consistía en recrear la toma de Alahama, el incidente que inició la guerra que acabó con la conquista de Granada.

El hecho histórico es que fue un ataque a traición. Un grupo de mercenarios, disfrazados de mercaderes, entraron en la ciudad sin problemas (recordemos que la guerra no había comenzado todavía) y por la noche tomaron las puertas, facilitando que un ejército cristiano conquistara todo el pueblo. Como veis, una historia fácil de llevar a una partida de rol sencillita.

Cuando llegué allí, eramos sólo tres directores y había, literalmente, decenas de personas que querían ver que era eso del rol. Así que yo me cogí al doble de jugadores que tenía previsto, por el procedimiento de hacer otra copia de cada uno de los personajes, que la trama tampoco requería personajes muy carismáticos. Así que me encontré con unos 8-10 jugadores (no lo recuerdo) y un porrón de gente como espectadores.

La aventura había resultado ser demasiado fácil y los jugadores habían ocupado las puertas y lo tenían ya todo controlado, cuando descubren que un soldado nazarí al que habían dejado por muerto, se está arrastrando hacia un cuerno. Los jugadores me habían indicado que dejaban su ballesta cargada, por si acaso, y todos ellos tenían puntuaciones altísimas (eran personajes pregenerados y yo asumí que para una misión como esta no iban a enviar a cualquier pinín, sino a soldados veteranos).

Empiezan a disparar su ballesta, todos con 75s y 80s en sus habilidades y… fallo, fallo, fallo, fallo… la tensión va creciendo. Llega el último de ellos (la última, para ser exactos). Todos los jugadores y un porrón de espectadores pendientes de la tirada… tira… ¡le da! gran regocijo, gritos de alegría y de ilusión… tira localización de daño y ¡en la cabeza! más gritos e incluso una llamada de atención porque estábamos montando demasiado escándalo. Y entonces, tira por daño y… un uno.

La parte interesante es que le añadió tensión a una aventura que había sido demasiado fácil y que, de pronto se conviritió en una defensa desesperada de la puerta, y sus vidas, contra cientos de soldados enemigos.

 

Puedes ver más respuestas a esta pregunta leyendo al resto de los participantes del Desafío de los 30 días.