Una ciudad tan grande como Vilés necesita, para evitar colapsarse, que exista un servicio de limpieza que realice las operaciones necesarias de control y mantenimiento de sus calles. En Vilés, esta tarea la realizan los Recogedores.
Ciento cincuenta vecinos recorren los barrios de Galiana y Rivero, tocados con un brazalete naranja, revisando el estado de las calles, realizando operaciones de limpieza básica y manteniendo libres las vías. Se encargan de avisar a cuadrillas de obreros cuando es necesario realizar obras, de mediar en los conflictos básicos cuando se producen atascos en las vías principales, de avisar a la guardia cuando hay altercados o de preparar las calles para los eventos importantes. Además, otra cuadrilla de diez Recogedores recorre, con funciones parecidas, las alcantarillas de la villa.
Las cuadrillas, todas, están formadas por diez miembros, que en ocasiones se separan en dos grupos de cinco, o cinco grupos de dos, para ir más rápido en su recorrido. Uno de ellos es el capataz, y siempre es un Recogedor con más de diez años de experiencia. Muchas veces, además, es un acólito de Vilés, que se enorgullece de su trabajo.
El resto de los miembros de la cuadrilla suelen ser miembros con mayor o menor experiencia como Recogedores, siendo necesario para todos, incluidos los capataces, estar asociados en el gremio. Entre los miembros de los Recogedores hay antiguos aventureros, o gentes venidas de fuera de la ciudad que, al no encontrar otro trabajo, acaban aceptando el de Recogedor como primer paso para conseguir la ciudadanía y poder entrar posteriormente en la Guardia de la ciudad.
Cuando un nuevo miembro entra a trabajar, primero se le asocia al gremio, y luego se le asigna a una cuadrilla de las encargadas del barrio de Galiana. Esta etapa es dura para el nuevo Recogedor, ya que aprende a trabajar en un barrio bastante seguro pero muy caótico. Las calles donde los gremios artesanos tienen sus locales suelen necesitar abundante mantenimiento por parte de los Recogedores, y esto hace que los Recogedores aprendan a realizar trabajo duro.
Pasado un tiempo, un Recogedor acaba siendo trasladado. Si lo desea y hay plazas libres, la Guardia lo acepta entre sus filas, con el beneplácito del Maestre Recogedor y el Capitán de la Guardia. Si lo prefiere, puede continuar en su cuadrilla, buscando un puesto de capataz con el tiempo, o intentando un traslado al barrio de Rivero, donde el trabajo es mucho menor y la paga mucho mayor. Y si, por desgracia para él, es un Recogedor conflictivo, no tarda en ser trasladado a la cuadrilla de los Recogedores de las alcantarillas.
Para que un ciudadano pueda ser aceptado como Recogedor no ha de tener ningún antecedente penal, ha de jurar pleitesía a Vilés y aceptar la autoridad de sus inmediatos superiores, autoridad que viene determinada por la experiencia. El gremio de Recogedores es de los pocos que no exige tener ciudadanía vilesina para entrar a formar parte de él. Una vez dentro, el gremio de Recogedores se encarga de asignarle la paga, la cuadrilla con la que va a trabajar y las herramientas que va a necesitar. El resto corre a cargo del ciudadano.
Un Recogedor es visto por el resto de los vecinos de la villa como la punta de lanza de la guardia de la ciudad. Aunque no suelen realizar acciones ofensivas a priori, cuando llegan a una zona en conflicto este termina por disiparse la mayor parte de las veces, pues si los Recogedores aparecen, no tardará en hacerlo la guardia de la ciudad poco después. Además, la palabra de los Recogedores tiene el mismo valor para los jueces que la de la guardia, y eso impone cierto respeto.
Precisamente, el trato constante con los vecinos hace que estos, en caso de problemas, busquen antes a los Recogedores que a la guardia, pues tienen más confianza y la sensación de poder explicarse ante ellos con más facilidad. La guardia, ante discusiones airadas, muchas veces traslada a todos los implicados a las dependencias para seguir investigando, con las incomodidades que eso provoca.
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