Justamente el otro día hablaba sobre los librojuegos con David, el dibujante y amigo que me acompaña en la aventura en la que se está transformando el Dungeon del Lich.
Yo nunca pasé la fiebre que pasaron mis amigos con los librojuegos. Bueno, si, pero no. Recuerdo que hace tiempo, cuando era un chaval, mis padres me llevaban los sábados a pasear por Valencia. En estos paseos siempre acabábamos pasando por alguna librería, generalmente la librería Soriano, que me flipaba por su sección de libros infantiles y porque uno de los trabajadores era un señor con pipa que sabía un montón de libros. De estos libreros de toda la vida.
En esa sección había dos apartados en los que se podían encontrar muchos de los librojuegos de Elige tu propia aventura. Ya sabéis, esos rojos que había en dos modalidades… los más infantiles, y unos más adultos con muchas más páginas y un texto algo más… de mayor. Recuerdo que estos librojuegos los devoraba uno detrás de otro. Ponía los deditos entre las páginas para no perderme ningún posible final, y así me veías que parecía que alguien me había cogido con unas esposas de dedos. Claro, olvídate de estornudar, que la cagabas.
Con los librojuegos rojos de mas mayores, ahí ya tenía que utilizar señales, porque no tenía dedos para tantos posibles finales. Y así iba tirando. Que me los leí todos o casi todos (en aquella época no hacía checklists ni revisaba mi cantidad. Digamos que de esta foto me suenan todos.
Miles y miles de deditos enganchados en estas páginas
Un año, en un cumpleaños, un amigo me regalo los tres libros de Planea tu fuga de Tenopia. Me comentó que estaba muy bien, que era como los de Elige tu propia aventura pero en los que había combate y tenias que apuntarte cosas. Yo los cogí, los empece a leer… y me aburrí.
En serio. Quizá sea un bicho raro. Pero es que recuerdo que me resultaba un tostón poder morir y tener que empezar de nuevo. O tener que apuntarme cosas para poder pasar por algunos sitios. Recuerdo paginas por las que pasaba una y otra vez, y me preguntaba porque narices seguía. Así que los dejé. No me preocupo, porque en aquella época estaba con literatura de la guena guena. La Dragonlance, La Espada de Joram… alta cultura. 😀
Sin embargo, hubo cuatro «libro juegos» que lograron hacer que recuperase el interés y con los que me divertí muchísimo.
El primero fue un librojuego en formato cómic: Los petisos carambanales, una historia de Superlópez que como librojuego no está muy allá, pero que en el universo del superheroe fue una revolución para los que estábamos enganchados al mismo. Y además, nos permitía poner los deditos, como en los librojuegos originales de verdad.
El segundo, a rebufo del de Superlopez, fue también en formato cómic: La cita del jefe. ¡Un librojuego de Asterix! ¡Y podías tomar pociones y pegar a los romanos! ¡Y había combate! Me encantó. Como librojuego tampoco era excelente, pero era de un nivel bastante mejor que el de Superlopez, y como he dicho, ya entraba en el librojuego más avanzado con desafíos, enigmas que resolver y demás.
Y el tercero y cuarto, que pertenecían a la misma colección: La torre misteriosa y El aeródromo secreto, de… tachan… Los Cinco. La verdad es que mi primer gran atracón de libros no fue con los Cinco, sino con sus competidores directos: La Familia Hollister, de los que llegué a tener todos los libros y de los que era capaz de leerme dos o tres al día, a costa de la paciencia y del bolsillo de mis padres (que quizá empezaron a replantearse eso de que comprar libros no es un gasto, y si una inversión :-D). Pero claro, alguno de los Cinco también caía, así como también alguno de la colección los Tres Investigadores. Pero bueno, que me lío. La cuestión es que cuando vi el primero de los Cinco, cayó sin dudarlo. Es que tenía libro de claves. ¡Y linterna mágica! Y otras cosas que servían para descubrir la pista necesaria para resolver el misterio.
Vamos, uno de esos obligatorios, si o si.
Hoy en día no tengo ninguno. Con el paso de los tiempos los librojuegos fueron buscando su propio camino, y yo el mio, y hasta hoy no se han vuelto a cruzar. Quizá en el futuro lo hagan.
Esta entrada pertenece al ciclo del Desafío de los 30 días, en su 4ª edición, que puedes seguir aquí: Desafío de los 30 días
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