Tu mayor pifia en una partida de rol
Kano
Rolemaster. Y ni siquiera fue una pifia por una tirada de dados, que aún hubiera tenido su disculpa.
No recuerdo por qué, teníamos que emboscar a unos soldados. Y aunque en aquella época ya eramos bastante avezados en combate, no eramos lo que se dice los veteranos que todos contratarían, por lo que el enfrentamiento directo estaba descartado completamente.
Los soldados iban a pasar por un camino rodeado de árboles que permitía preparar la emboscada con facilidad, y aún así estuvimos un buen rato intentado que todo estuviera a nuestro favor. Nos colocamos cada uno en el sitio óptimo, revisando una y otra vez nuestras posiciones, lo que íbamos a hacer, por quien nos íbamos a centrar, etc. Y cuando ya estábamos a punto de tenerlo todo dispuesto, me distraje (yo, no mi pj) y no me enteré de en que momento iba a comenzar la emboscada y quien iba a realizar la acción que lo comenzase todo.
Claro, me pongo nervioso, y le digo a un compañero: «oye…», a lo que el máster me comenta que si sigo hablando, posiblemente me escuchen los soldados, ya que ya están llegando. Así que me callo. Y veo como los soldados empiezan a pasar. Y siguen pasando. Y comienzo a ponerme nervioso. Y siguen avanzando. Y yo, que no se cuando va a comenzar todo, cada vez más nervioso. Y más. Y más… hasta que cojo y grito: «¡¡Quietos todos!! ¡¡Esto es una emboscada!!»
Todavía se están riendo.
Tiberio
Yo voy a contar otra sin dados 🙂
Era una partida de AD&D que era un poco en plan Robin Hood. Había un conde malvado que se llamaba el Conde Hoegón y yo llevaba un bardo (creo que fue la única vez en mi vida que he llevado un bardo)
Yo interpretaba a mi bardo en plan cachondo y me dedicaba a coleguear con los pueblerinos, hablando siempre del «Conde Huevón», algo que lógicamente a los campesinos les producía mucha risa.
En una de estas, intentábamos infiltrarnos en un castillo e íbamos disfrazados de soldados. Como yo era el que más carisma tenía, era el que hablaba con los guardias del malo y tal, y en un momento dado cuando nos dieron el alto, les solté una parrafada inmensa hablando de nuestra labor. Yo veía que mis compañeros primero me miraban con incredulidad… y luego que empezaban a reírse, y yo no entendía porqué, ya que mi discurso me estaba quedando de putísima madre… hasta que de pronto me di cuenta de que llevaba dos minutos hablando del Conde Huevón.
Puedes ver más respuestas a esta pregunta leyendo al resto de los participantes del Desafío de los 30 días.
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