Recuerdo que, cuando me leí por primera vez el Hobbit, una de las escenas que más me gustó fue el momento en el que los enanos van presentándose en la casa de Bilbo escalonadamente y éste, correspondiendo con su tradición «hobbitesca», va disponiendo un interesante refrigerio que, a buen entendedor de la gastronomía, reta a permanecer impasible y no salir corriendo hacia la nevera en busca de algo que se parezca, levemente, a lo descrito.
La segunda vez que lo leí la sensación fue mucho más allá. En aquella época acababa de despertar de mi letárgica apatía a la comida, que me había acompañado desde mi nacimiento, y «devoraba», literalmente, todo aquello relacionado con la comida, ya fueran recetas, programas o experiencias. Y aunque el capítulo en si no es muy extenso, y el refrigerio es bastante normal, una espinita se quedó clavada. Quizá no fue por la comida en si, sino por lo que significó. La aventura que comenzó en ese salón, entre pastelillos de carne y cerveza negra, entre algo de té, encurtidos y pollo frío y que sabía me iba a acompañar durante muchos años, con las posteriores releídas y todo lo relacionado con la afición que desarrollé. Por eso, para mí el día de hoy ha sido una especie de regalo, y que tengo que agradecer a la gente que lo ha montado, incluso sin saber que para mí era como un sueño recién cumplido.
Hace unas semanas nos invitaron a mi, a mi mujer y a mi hija a compartir una jornada gastronómica, relacionada con la Tierra Media. Realmente, no era una jornada, sino el previo a la misma, ya que por razones logísticas (una niña de año y tres cuartos) nos iba a ser imposible, tanto a nosotros, como a la persona que nos invitaba, asistir a la jornada real, que se iba a producir el mismo día que la prueba, pero por la noche.
Esta jornada estaba organizada por el smial de Valencia (Edhellond) de la Sociedad Tolkien Española, un grupo de amigos, tan frikis como el que escribe, unidos por su afición a la obra de Tolkien, parte de una asociación a nivel nacional (la Sociedad Tolkien Española) de la que he de reconocer que había oído bastante poco, teniendo en cuenta lo que parece que se mueven. Curioso, tendré que ponerme más con ello… bueno, que me lío.
Como ya he dicho, al acto que asistíamos era únicamente la prueba, aunque los platos eran los mismos que se iban a presentar en el acto real, quedando únicamente eliminada la parte de los textos y referencias bibliográficas (junto con algo de representación, claro está) que se iban a realizar durante el mismo. He de reconocer que me hubiera gustado, aunque fuera grabado, ver un poquito de esa realización real, pero bueno, ya habrá oportunidad en el futuro.
Ya de entrada, el local («La Taberna de la Serp» (C/Castell, 49, Sagunto) se encontraba situado justo bajo el castillo de la ciudad, en el casco antiguo. El estilo, así como algunas de las vasijas utilizadas para beber y comer, permitía una inmersión inmediata en el tema del acto. E incluso la vestimenta de los «taberneros» que nos servían (amigos de los miembros de la Sociedad) tenían un aire medieval muy agradable, pero para nada abigarradamente desagradable, como he llegado a ver en algunas «ferias medievales». Por las tapas que he visto, por si a alguien le apetece ir en otra época que no sea esta noche, tienen una pinta muy interesante, pero bueno, eso lo voy a dejar para otra vez y otros círculos, que no es el tema del post.
Pero si el local acompañaba, la comida preparada para esto era un viaje completo a distintos párrafos del Hobbit y del Señor de los Anillos. Parte de la misma presentada por el local, parte creada a partir de recetas encontradas por los miembros de los organizadores, encontrarse todos esos platos reunidos en un único encuentro culinario ha sido, como comentaba al principio del artículo, lo que ha hecho que ese sueño se cumpla. Paso a describirlos en el orden en el que han salido, saltándome un poco el orden de la carta:
- Encurtidos. El más normal de todos, corresponde al capítulo del Hobbit que nombraba antes, en el que Bilbo Bolsón, acuciado por Gandalf, saca a los trece enanos y al mago.
- Variedad de quesos de Casa de Tom Bombadil, del Poney Pisador y otros típicos durante las travesías por la Tierra Media. Tabla de quesos, suaves y muy apetitosos.
- Raciones de viaje de los orcos de Isengard: Cecina y pan negro. Una tabla de cecina de buey y lomo embuchado (creo, no he preguntado que era, cachis…), acompañados de pan negro tierno y jugoso. El lomo estaba muy bueno, pero por dios, como estaba la cecina de buey… he tenido que controlarme para no coger toda la tabla y arramblar con ella. Obviamente, no se parece a la cecina de humano (ni a la de hobbit), pero creo que el problema es que no han tenido tiempo para prepararla.
- Ensalada élfica de Gildor. Una ensalada con vinagreta de mostaza, manzana y bayas del bosque. Muy buena para acompañar.
- Preciossssoosss pescadosssss… Salazón de salmón y bacalao. Vale que Gollum se los comía mordiendo los peces recien pescados, pero yo prefiero esta variante.
- Sopa caliente de Cebadilla Mantecona. Caldo de carne, pero por favor, que bueno. Personalmente le habría echado un poco de brandy a la receta, solo para dar un poco de esa sensación de caldo de monte de sabor un poco más fuerte, pero realmente estaba muy bueno.
- Pastelillos de carne y queso que tanto gustaron a Bombur. Buenísimos. Empanadillas realizadas por uno de los miembros de la Sociedad para el acto. No puedo ni imaginarme lo que le ha costado hacerlas todas, pero desde luego, han sido todo un acierto. Tengo que conseguir la receta del relleno.
- Guiso de conejo de Sam en los bosques de Ithilien. Plato sorpresa. El conejo estaba muy bueno, y las patatas especiadas que le acompañaban tambien. Pero además, a parte venía una bandeja de zanahoria y nabo fritos, cortados muy finos, que le daban un punto interesante al conjunto. Por cierto, las patatas estaban tan calientes que seguro que se hubiera podido fundir el anillo en una de ellas.
Y luego, los postres. Buff, yo, que soy de buen comer (y los que me conocen lo pueden atestiguar) ya no podía más. El postre se componía de:
- Cram (bizcocho de los enanos), parecido al plumcake. Buenísimo. Eso si, si te lo comías como opción antes de otra cosa, se había acabado la comida. Es otro de los platos hechos por un miembro de la Sociedad.
- Lembas, (pan del camino de los elfos). Si había una manera de imaginarse como es, es esta. Bueno, quizá un poco más grande, pero vamos, en sabor y textura, exactamente así. Mojados con miel, estaban muy buenos.
- Tarta de moras del Poney Pisador. Una tarta de moras. Buena, pero vamos, como los encurtidos, normal.
- Cuajada, panales y crema amarilla de Tom Bombadil. La cuajada estaba de miedo. La crema amarilla era como unas natillas más suaves que también estaban muy buenas. Y los panales… pues si, eran panales de miel. De los panales de las abejas. Y ya se donde venden en Valencia y donde tengo que ir a comprar más 😀
Y, por supuesto, acompañando a todo esto, la bebida no podía ser menos:
- Cerveza del país (negra o rubia). Y cuando digo del país, es del país de verdad. Era de la Alcora, en Castellón, y no se parecía en nada a una de las industriales de las que se puede comprar en cualquier supermercado.
- Sidra. De la de verdad, no del Gaitero. Mmmmm, que buena, hacía tiempo.
- Cerveza de barril. De este me he abstenido, que ya estaba bebiendo demasiado.
- Miruvor. Vino especiado. Pooooooooooooooooooooooooooooooooooor DIOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS QUE BUENO QUE ESTABA. No lo había probado nunca. Lo hacen con clavo, canela y jengibre, y estaba de miedo. Otra de las recetas que traía un miembro de la Sociedad, y al que tengo que secuestrar y encerrar en un sótano hasta que me pase la receta. Entraba como el agua, dulce, con el aroma de las especies invadiendo la boca.
He de pedir perdón porque con el café han sacado tres licores también muy buenos, dos de ellos de la casa y otro traído por otro miembro de la Sociedad, pero que no recuerdo muy bien de que eran. Si mi memoria no me falla:
- Un licor estaba hecho con ginebra y la mezcla del mojito.
- Otro licor contenía especies como canela y clavo.
- El tercer licor era una mezcla entre mistela y vermut.
Tras haber explicado esto, y si en este momento no me tienes un poco de envidia, no tienes sangre en las venas. Desde este blog quiero agradecer a Nimrodel ( 😉 ) y a su marido que nos hayan invitado al acto. No solo por la comida (fastidiaros, fastidiaros todos aquellos que no estabais) sino por la gente, muy agradable y, sobretodo, genialmente friki. Un abrazo a todos.
Nos lo hemos pasado muy bien. Y, como no, Saurón ha venido al acabar, jodido por no haber llegado a la comida, y ha cubierto el cielo completamente, descargando toda su furia en una lluvia de las de cortina de agua. Jodete, por mal bicho.
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