«Ermanamer miró a Munio con desprecio. Afortunadamente, Munio estaba demasiado borracho como para darse cuenta. «Vamos, esclavo» volvió a repetir Munio, y ambos salieron de la taberna.
Las calles de la Subura estaban peligrosamente desiertas. Ermanamer agarró con fuerza su pugio, había algo en esta ciudad que le ponía a uno +los pelos de punta.
Estas calles no son tan peligrosas como los bosques de Germania, desde luego, pero en el norte uno sabe cuál era su enemigo. ¡Por Wotan! Si te encuentras con un lobo o un oso, sabes lo que te espera. Pero no allí en la ciudad. Y menos en aquellos barrios. Aquí en la Subura, cuando uno se encuentra con un mendigo, acelera el paso mirándole de reojo sin saber si él tiene tanto miedo de ti como tú de él o si está esperando una oportunidad para saltarte a la garganta.
Munio parloteaba incoherencias sin cesar, y Ermanamer hubiera preferido que se callara. Con ese tono de voz, seguramente le estarían oyendo todos los asesinos de allí al Campo de Marte. Estuvo fantaseando con la posibilidad de degollar a su amo, pero sabía que al final no lo haría. Los lobos romanos habían domado a la bestia germana.
Una sombra acabó con sus reflexiones. Parecía un romano, o un hispano, o un illirico ¿Quién puede distinguirles? No era muy alto, pero tenía un aire peligroso, con una sonrisa desprovista de dientes, una barba partida por una enorme cicatriz y, sobretodo, una brillante sica en la mano.
-Hagámoslo rápido y nadie lamentará nada, ciudadano.
Ermananer le valoró rápidamente de un vistazo. Debía tener unos cincuenta años, pero parecía nervudo y era evidente que había sobrevivido a muchos combates. Pero Munio no debió pensar lo mismo, y con amplios movimientos de borracho empezó a gritar.
-¡Rubio! ¡Acaba con este perro sarnoso!
-Joven amo, creo que deberíais darle vuestra bolsa, la lleváis casi vacía…- Ermanamer no era cobarde, pero sólo los estúpidos confunden la prudencia con la cobardía.
-¡Silencio, esclavo! Acaba con este cunnus o haré que te azoten hasta que llores llamando a tu madre.
Ermanamer se mordió los labios y maldijo de nuevo su suerte. Sin ceremonia desnudó su pugio y se plantó ante el asaltante. Al fin y al cabo, Ermanamer era mucho más fuerte, más rápido y, sobretodo, mucho más joven que su rival.
El combate fue muy breve. El asaltante sabía qué hacer ante rivales más fuertes, más rápidos y más jóvenes pero poco experimentados. No tardó más de unos pocos segundos en aprovechar el impulso del germano para sorprenderle y derramar sus tripas por el suelo.
Antes de que Ermanamer terminara de desangrarse entre el barro y las heces de caballos, llegó a alcanzó a escuchar como Munio le daba su bolsa al asaltante y este se alejaba sin más. Munio pasó por delante de aquel despojo humano que todavía era su propiedad, valoró con cara estúpida la situación durante unos instantes y luego continuó su camino.
Unas calles más adelante, Munio empezaría a farfullar maldiciones a la diosa Fortuna y a aquel ladrón que le había roto su esclavo. Ahora tendría que comprar uno nuevo. Uno más fuerte, más rápido y más joven.”
Roma es un juego de rol que será publicado en breve por Ludotecnia, dentro de su línea Cliffhanger, y que ha sido escrito por un servidor de ustedes y de la diosa Fortuna. 🙂
Deja una respuesta