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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 11 Las editoriales de rol…

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    …deberían de tener muy claro que una comunicación fluida, constante, proactiva y, sobretodo, sincera, es la única manera de conseguir la confianza de los aficionados.

    Hoy en día los aficionados no vivimos en islas. Bueno, algunos si, pero no me refiero a islas físicas, sino a islas comunicativas. No comunicarse constantemente hace que des la impresión de no tener interés por los aficionados. No ser constante en dicha comunicación da impresión de ser dejada. No ser proactiva acaba consiguiendo que los aficionados cada vez te tengan menos en cuenta.

    Y no ser sincero es poner un pie en la tumba. Más hoy en día, donde cualquiera es capaz de tener un contacto que tiene la posibilidad de contrastar la información que se realiza. Pero además, cualquiera es capaz de recordar lo que se dijo y contrastarlo con la información que se da actualmente.

    Todos recordamos editoriales que han acabado demostrándose como falsas. O proyectos que con el tiempo se han mostrado como esperpénticos. Trucos, engaños, timos y triquiñuelas que han acabado minando a los aficionados. Y sobreponerse de una de dichas situaciones es muy complicado. Más en un entorno en el que nos movemos y con una base como la que tenemos.

    Por ello, no solo las editoriales deberían de tener en cuenta la comunicación con los aficionados. Los aficionados deberíamos valorar el esfuerzo comunicativo que realizan algunas editoriales.

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 10 Dinos un menú para antes de una partida.

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    Normalmente suelo hacer la cena que los Lanzaos de Seattle nos papamos antes de la partida de los viernes. Y siempre que puedo y la situación lo requiere, me gusta hacer de cocinillas. De hecho, si tuviera tiempo, me encantaría realizar un menú de esos pantagruelicos, vistosos e imaginativos. De los de estar varias horas, o incluso días, dedicándome a una receta. Sin embargo, el tiempo es el tiempo, y tras trabajar los viernes, en los que «suelo» salir a las 3 del mediodía, tras llegar a casa a comer no tengo tanto tiempo para hacer lo que me gustaría.

    Tengo pendiente hacer una cena solo de creps para los Lanzaos (es la única especialidad a la que todavía se han escapado) pero es que por tiempo no me dá. Entre hacer los creps y la mezcla, preparar el horno, y que la cosa quede bien (no sea que se enfríen antes de tiempo y queden chuchurríos y demás) tendría que estar toda la tarde, y bastante agobiado. Y por temas de dinero, no puedo ponerme con un menú de esos de horno, café, copa y puro (además que si lo hago posiblemente acabásemos haciendo la digestión en el sofá en lugar de jugar).

    Así que los menús que realizo son cosas que puedo preparar los viernes por la tarde, permite diversidad y no son demasiado pesadas. Por ejemplo:

    – Compro hamburguesas (de carne buena, de caballo o de vaca de la carnicería de confianza) y pan de hamburguesas, y preparo mezcla para que cada uno se monte la hamburguesa como desee. Esta mezcla puede consistir (en cuencos separados) lechuga cortada, cebolla, cebolla caramelizada, pepinillos en vinagre cortados, queso fresco, maíz fresco, tomate cortado en laminas, queso para fundir en láminas, queso de cabra, alguna salsa especial, bacon pasado por la sartén o huevo frito, entre otros.

    – Compro pechugas de pollo, las corto en tiras y las pongo a macerar en ajo y perejil con aceite, aceite ajo y pimentón de la vera o aceite ajo y hierbas. En algunos casos, también con curry. Además, compro tortas de maíz o de trigo, y monto en cuencos separados los siguientes ingredientes: lechuga, cebolla picada, tápenas, cebolla caramelizada, pepinillos en vinagre cortados, pepinos cortados en daditos, queso fresco, queso feta, maíz fresco, tomate a dados, remolacha a láminas, pimientos del piquillo cortados y pasados por la sartén y salsa de soja, tápenas, zanahoria rallada, cebolla frita crujiente, y al menos tres salsas, siendo las fijas una de yogur con menta y otra una especie de salsa rosa que hago con la remolacha y mayonesa.

    Además, siempre suelo acompañar los menús con guacamole (que me sale bastante bien) y en algunos casos con humus de garbanzos.

    Sin embargo, de vez en cuando también pruebo otras cosas, como la época en la que me dío por hacer huevos al plato, o panecillos redondos rellenos de una mezcla de carne picada y verduras asadas y metidos en el horno para darle un ultimo toque de calor.

    Este fin de semana, por ejemplo, hice esto:

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    Dos chapatas de pueblo, una rellena de revuelto de setas y bacon, y la otra rellena de lomo de cerdo, queso brie y cebolla caramelizada, ambas rellenas y calentadas en el horno. Espectacular 🙂

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 9 ¿Cuál ha sido tu peor sesión? ¿Por qué?

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    Seguir con interés el desafío y participar en él hace que confirmes que los roleros, ya se encuentren en una punta del mundo u en otra, sufren, disfrutan y viven todos de experiencias similares. Muy similares. Y de entre todas esas experiencias, una de las más comunes es la de la peor sesión.

    He estado leyendo a mis compañeros del desafío, y me he visto reflejado en numerosas peores sesiones. Desde másters que no entienden los principios básicos del mastereo, sesiones en los que no cuadras para nada con la forma en la que te gusta jugar y divas del rol que creen que molar es una forma de conseguir que los demás se lo pasen fenomenal, hasta destroza partidas, tocapelotas y sistemas horrorosos intentados llevar a buen puerto en partidas de prueba.

    Sin embargo, en mi caso tengo que confirmar que mi peor partida es la que, coincidiendo con muchos aficionados, se produce a la hora de juntar demasiados aficionados en una misma sesión. La historia, además, es bien común a las leídas.

    Cuando empezamos a jugar, antes de que se produjese el famoso crimen del rol, nos juntábamos los sábados por la mañana en algunas aulas del instituto para jugar nuestra primera partida del fin de semana. En aquella época yo llevaba tan solo unos meses jugando (siempre como máster) y me sentía completamente fascinado por las posibilidades de esta afición recién descubierta. Y por esa misma razón, me preguntaba como era posible que no estuviese TODO EL MUNDO jugando a lo mismo, así que me convertí sin darme cuenta en un autentico profeta del rol. Además, como decía un jefe, a mi se me puede considerar, si tuviera que dárseme un adjetivo, un amigosmundi. O dicho de otra forma, no me cuesta conocer gente y hacerle partícipe de todo aquello que me interesa.

    Ambas cosas fueron los que produjeron el desastre.

    Durante los meses en los que llevaba jugando no me cansaba de recomendar las partidas, ofreciéndole a todo el mundo que, si lo deseaba, participase. Que viniese a una partida. Que al menos lo probase una vez. Pero claro, los sábados por la mañana es algo complicado, y gran parte de la gente a la que se lo decía me contestaba que más adelante, que ese fin de semana no podían, etc, etc, etc. De vez en cuando venía alguno o alguna. Y de esos, alguno se apuntaba una vez. Otros venían algunas partidas alternadas, y los menos se convirtieron en fijos.

    En aquella época jugábamos al AD&D en el estilo más old-school que pudierais imaginar. Aventuras cortas que comenzaban en una taberna, con los mismos personajes, y tras la cual volvían a descansar. A lo largo del tiempo, la historia se volvía rica, enlazada por una trama secundaria que le daba un sentido al conjunto, pero las aventuras diarias permitían que algunos personajes apareciesen y desapareciesen en cada aventura, para volver al cabo del tiempo con más aventuras. Así que cuando algún amigo de los periódicos o de los que venían de peras a uvas quería aparecer, no había problemas. Eso producía que algunas partidas fueran de 3 personajes (el núcleo), gran parte de las misas fueran de alrededor de 5 personajes, y algunas veces llegásemos a 7, 8 o 9.

    Sin embargo, llegó el día del desastre. Uno de esos fines de semana que por alguna razón dictada por los dioses, nadie tenía nada que hacer. No se iban al pueblo a ver a familiares, no había fiesta que celebrar, el tiempo no era ni bueno ni malo… y a todo el mundo le dio por venir a la partida. Durante la semana comenzaron a confirmarme su asistencia todos aquellos que venían de vez en cuando o esporádiamente. Y yo al principio me sentía muy contento… hasta que comencé a darme cuenta de que quizá habían demasiados. Aún así creía, iluso de mí, que podría sin problemas.

    Y llegó el sábado. 19 personas. 19 personas sentadas en una macromesa de rol, formada por mesas de instituto individuales. Y aún así, llegué a creer que podría controlarlos, hasta que comenzó la partida. Creo que tardé diez minutos en darme cuenta de que iba a ser imposible. Nada más comenzar, la dispersión se disparó. Al intentar comenzar con la aventura, en la taberna se hicieron grupos, y estos grupos comenzaron a hablar entre ellos. Al no hacer caso a algunos jugadores, estos se pusieron a hablar entre ellos de otras cosas, y al hacer ruido, el volumen de las conversaciones fue subiendo.

    Y aún hoy sigo recordando esa sesión la más desastrosa de todas las de mi vida como rolero.

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 8 ¿A qué juegos has jugado en el último mes?

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    Uff, esta es fácil, ya que el último mes no ha sido especialmente prolífico. Tuvimos dos sesiones a Trasgos y Mazmorras y una a Rol Negro.

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 7 ¿Cómo mantienes la concentración en el juego?

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    He de reconocer que en este tema tengo un problema. O, bueno, en mis mesas no ha sido un problema (o nadie lo ha comentado nunca) pero podría ser un problema viendo el estilo de juego que comentan otras mesas.

    Me explico. En todas las mesas que he jugado durante bastante tiempo (no cuento jornadas ni partidas sueltas) las bromas, chascarrillos, salidas de tono, chistes, comentarios jocosos y metajuego han sido una constante. Es algo que se nos da bien. Y no ha sido en una única mesa, sino en todas. En estos momentos, Los Lanzaos de Seattle, con quienes mas frecuencia comparto dados, no solo es algo común, sino que nos vanagloriamos de ello en una cuenta de twitter creada ex-profeso para ello.

    Así que cuando se me pregunta que «¿cómo mantengo la concentración?» mi respuesta debería de ser… «¿qué concentración?».

    Y, sin embargo, algo funciona bien. Hemos jugado a bastantes juegos, y dentro de cada juego, hemos avanzado bastantes historias. Y con esto no quiero decir que seamos superguais y los mejores jugando, sino que realmente la historia ha ido avanzando en todas y cada una de las partidas, y han avanzado bastante, sin dobles juegos, sin trampas, yendo de un lado a otro, hablando con la gente cuando toca hablar, peleándose cuando toca pelearse, y, sobretodo, intercambiando ideas.

    Así que supongo que dentro de todo el caos, realmente mantenemos la concentración. Aún me pregunto como. ¿Alguna idea?

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 6 Odias los juegos de rol porque…

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    …porque nacen, crecen, se reproducen y puede que mueran, pero ahí están. Porque no me queda un hueco en casa. Porque tengo las estanterías llenas, la mesilla de noche con libros de rol. Tengo juegos de rol encima del ropero, en las sillas, y en todos los rincones que pueden ser susceptibles de dejar apoyado un libro, y descubrir que solo lo apartas para limpar el polvo, y luego lo vuelves a dejar. Porque en esta situación en la que muchos niegan que sea una edad dorada, no hay mes que tenga que decirle que no, no a uno, sino a unos cuantos.

    Porque aún los que me compro, una fracción de los que me interesan, son muchos. Son muchos para jugarlos a todos, y son los justos para tener que dejar de vez en cuando la lectura de alguno «para más adelante». Y aún habiéndolos leído, tener pendientes tantos por jugar. Pero no de esos que dices «bua, este si no lo juego nunca no pasa nada», sino de esos que dices «en cuanto acabe con esta campaña, jugamos a esto… y a esto…. y a esto… y a esto…».

    Por todo esto, ¡os odio!

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 5 ¿Cómo crees que es la mejor forma de buscar jugadores para hacer un grupo?

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    Creo que la mejor forma de hacerlo es mediante los clubs. Pregunta en las redes sociales por un club o asociación que te pille cerca. Ves a verles. Apúntate, juega unas cuantas partidas, y al cabo del tiempo te sentirás lo suficientemente seguro como para dirigir alguna.

    Sin embargo, esta es la forma de comenzar a jugar. Para conseguir que el grupo vaya a más, una vez en el club, busca afinidad. Organiza quedadas para ir de compras a tiendas frikis, para ir al cine, o a algunas jornadas. Comparte almuerzos, habla de juegos, libros y otras aficiones, y acabarás descubriendo que tienes un grupo de juego más o menos estable.

    En este momento, un error que podrías cometer es el de creer que los grupos son permanentes. Rompe de vez en cuando tu zona de confort, y juega partida con otros jugadores. Ves a jornadas y apúntate a partidas. Invita de vez en cuando a algún jugador a tu grupo. Y si en algún momento tienes una tarde libre y tienes la oportunidad, apúntate.

    Es cierto que muchos hemos comenzado con familiares, con amigos del instituto, o de la universidad, pero llega un momento en el que hacer eso es más difícil, y que en el trabajo existan suficientes aficionados como para montar un grupo es muy difícil.

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 4 ¿Qué consejo le darías a un máster que fuese a dirigir su primera partida?

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    Uff… ¿cuánto espacio tenemos? ¿Sólo?

    Bueno, pues si hemos de resumir en tan poco espacio y en tan poco tiempo toooooooooooodos los consejos que le daríamos a un máster novato, los resumiría en dos:

    – Prepara la partida todo lo que puedas los días antes de comenzar.
    – Durante la partida, improvisa sin miedo.

    Explayandonos un poco más, hay muchas cosas que me gustaría decirle al máster novato. Yo recuerdo perfectamente mi primera partida (la partida de verdad, no el intento previo que no pasó de la creación de las hojas de personaje), y recuerdo que cometí errores, tanto con las reglas como con la información que venía en el módulo. Con el tiempo he ido reconociendo algunos de los errores y los he ido evitando, mientras que otros los he adoptado en mi forma de dirigir. Creo que algunos «errores» que cometen algunos de los másters no son errores tal cual, sino reinterpretaciones de las reglas o de la información de la aventura que permiten a los jugadores disfrutar más de la partida. Por ello:

    – Nadie juega bien ni mal. Juegas bien cuando tanto tu como tus amigos os lo pasais bien y acabais teniendo ganas de repetir.

    Por ello, preparate las reglas, sobretodo, aquellas que veas que en el juego tienen más posibilidades de ser utilizadas en la partida que vas a dirigir. No es necesarios que te las aprendas, pero si que, como si fueras Neo en Mátrix, veas a través de ellas. Prepararte las reglas de dicha forma te permitirá entender un poco el conjunto global, y si has de improvisar, tendrás una base sobre la que trabajar. Voy a contarte un secreto: el libro de reglas del máster de AD&D me lo leí, completamente, dos veces. Y dirigí durante más de diez años a dicho juego, siete años al D&D3.X (que no llegué a leerme entero ni una sola vez) y ahora dirijo a mi propio retroclon (que esta vez si, me he leído infinidad de veces… porque lo he escrito y revisado y maquetado y…).

    Todos los manuales tiene un nucleo. Basate en ese nucleo, y apuntate las excepciones. Centrate en ellas fuera de las partidas, leetelas, apuntatelas en un papel o pon un señalador para las partidas concretas, y poco a poco irán entrando en tu orbita de conocimientos sobre el juego. Conozco másters que en la partida han comentado «esperad, cachis, es que no recuerdo como se hacía esto», deteniendo la partida y revisando el manual. Y eso ha cortado mogollón el rollo. Por ello:

    – No te preocupes por aprenderte las reglas. Entiende el concepto generar de las reglas, y el resto lo irás aprendiendo poco a poco.

    Además, la mesa te irá diciendo como van las partidas. Si los jugadores, se quejen o no (los jugadores son todos unos quejicas), están disfrutando con las historias que están jugando, se nota. Si hablan de las partidas fuera de ellas, si proyectan o planean cosas para hacer en las mismas, si durante las partidas participan, están entretenidos, se emocionan, se rien, se enfadan con personajes no jugadores, si van construyendo la historia junto contigo, si tienen ganas de volver a quedar, si todo eso y muchos otros pequeños detalles que demuestran que estais pasándooslo bien, estais jugando bien.

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 3 ¿Prefieres hacer un spin-off o una partida independiente?

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    Por supuesto, un spin-off… pero no.

    Veréis. De siempre he sido un máster de campañas largas. De esas que mezclan sandbox con aventuras, normalmente publicadas, que introduzco en la ambientación. Las modifico, las adapto, y las meto en la historia de la campaña. Pocas veces he sido, como máster, director de one-shots, o de aventuras cortas de dos o tres sesiones, y cuando así ha sido, o se ha debido a alguna causa concreta (la partida del Día D, de Ediciones Sombra, por ejemplo) o a un TPK (Total Party Kill) nada más comenzar que ha obligado a volver a comenzar.

    Durante todos los años que llevo jugando (desde el 93 casi ininterrumpidamente) he llevado a cabo unas cuantas campañas. Algunas finalizaban de forma correcta, siendo «forma correcta» un eufemismo para indicar que los personajes no habían destruido el mundo ni a ellos mismos y más o menos estaban en una situación tranquila, y otras acababan con todos los personajes bajo tierra.

    Tanto en unas como en otras, de toda la vida mis intenciones eran realizar un spin-off, que de alguna manera enlazase a los personajes de la antigua campaña con la nueva. Siempre pensando que esa relación daría aún más profundidad al mundo en el que se desarrolla la nueva campaña.

    Nunca lo he logrado.

    Aún en los casos en los que los jugadores jugaban en el mismo mundo, empezar se volvía un ejercicio nuevo. Si mis intenciones eran que descubriesen la relación durante las partidas, acababan los derroteros alejándoles de cualquier asociación. Y si comenzaban la nueva campaña con esa relación ya impuesta… bueno, parece ser una especie de maldición: la primera vez que lo hicimos, acabaron destruyendo el mundo. La segunda, el grupo (en la vida real) tuvo problemas y tuvimos que parar la campaña un tiempo. Y la tercera, que ya fue la vencida, acabaron muertos (en el juego) al poco de empezar.

    Así que ya no lo intento. Y, por lo tanto, a esta pregunta he de responder que «partida independiente».

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  • Desafío de los 30 días (2ºed) – Día 2 ¿Cual ha sido tu mejor sesión? ¿Porqué?

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    He tenido muchas sesiones grandiosas. Llevo mucho tiempo jugando y dirigiendo, y a poco que te guste, acabas teniendo grandes momentos que recordar. Sin embargo, si tuviera que quedarme con una, tendríamos que remontarnos al siglo pasado. Fue una partida donde todo salió perfecto. Y con que salió perfecto no me refiero a que todo fue como la seda, sino que la mezcla de los ingredientes de aquella partida cuadraron en un equilibrio perfecto.

    La partida estaba ambientada en Ravenloft. Jugábamos la Fiesta de Goblyns y llevábamos ya unas cuantas partidas. Los personajes habían ido creciendo con la aventura en sesiones anteriores, lo que los había hecho entrañables. Uno de ellos estaba ciego, cosa que a pesar de provocarle un -4 de penalización a casi todo, gracias a la suerte de los dados se había vuelto una picadora de carne al que soltaban en medio de la batalla y le gritaban hacia donde tenía que ír. Otro tenía un problema de violencia que les llevaba de un marrón a otro. El tercero, un guerrero-pícaro/mago-pícaro/pícaro-pícaro (el pobre se negaba… decía que no era pícaro, pero no sabía llevar otra cosa, así que daba igual lo que se cogiera, acababa actuando como tal). El siguiente, un mago con ciertos problemas de respeto hacia la magia y hacia los magos. Y a esta base, otros que de vez en cuando se unían y que hacían que el grupo fuese aun más interesante.

    Llevaban el suficiente tiempo en Ravenloft como para haber asimilado las reglas de dicha ambientación, con el mal rollo que ello conlleva. Además, llevábamos mucho tiempo jugando a AD&D, por lo que ya casi ni mirábamos el libro de reglas, lo que hacía que las partidas fueran muy fluidas. Y a eso se sumaba que yo invertía bastante tiempo en prepararme las partidas, retocando y personalizando los módulos para encajarlos con la historia que poco a poco iban creando los jugadores.

    En esa partida, los jugadores llegaron a la Posada. No digo más, por si no lo habéis jugado, pero es una aventura que debería de ser obligatoria a todo rolero. Y en la Posada pasó lo que tenía que pasar. Los jugadores utilizaron todo su arte. Los dados utilizaron todo su arte. Y mi mente utilizó todo su arte. Y ese mezclaillo de artes consiguió una partida redonda, con sus momentos épicos donde los jugadores demostraron porque sus personajes habían llegado al nivel al que habían llegado. Con sus momentos ridículos, que mezclaron pifias de los dados con actuaciones de las de llevarse las manos a la cara y preguntarse «¿por qué?». Donde los planes los decidieron rápidamente, y aunque se los tumbaron las circunstancias (y los enemigos) supieron adaptarse estratégicamente con una respuesta muy adecuada. Donde interpretaron, no solo las conversaciones, sino también las acciones. Donde, en fin, se vio una de esas partidas que puedes decir que son redondas.

    Y por supuesto, una de esas partidas que años después todavía se recuerdan.

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