La comida y la bebida la sirven dos camareras, de piel oscura y pelo rojo como el fuego, que hablan poco o nada y se las gastan de pocos amigos. Algunos visitantes comentaban que ya que no hablan, y cuando lo hacen parecen morder, bien podrían ser perros del infierno transformados por los dioses para ayudar al dueño. Teniendo en cuenta que se ha dado el caso de visitantes que por molestarlas han acabado bastante malparados, bien podría ser el caso.
Tras la barra se encuentra casi siempre un enano llamado Roble, que suele ocupar su tiempo sirviendo a los clientes que se sientan en la barra las bebidas que le piden, y los consejos que no les piden. Actualmente es el dueño del establecimiento, y lo sirve con bastante aplomo, teniendo en cuenta la catadura o fama que tienen algunos de los visitantes que esperan para contar su historia. Realmente, Roble cree que no le puede pasar nada, por lo que es bastante confiado en el trato con todos. Si la historia que cuenta sobre la taberna es cierta, y Roble no tiene razones para dudar de ella, entre los clientes que hay sentados se encuentra un dios o dos siempre, escuchando las historias que se narran. Parte de dicha historia cuenta también que en caso de altercado, los mismos dioses se encargarían de protegerle a él, a la posada y a su mujer, que actualmente es la cocinera.
En la cocina se encuentra Soraya, la mujer de Roble, tan buena cocinera como enana malhablada. Y es que a través de la puerta batiente suelen salir tanto manjares exquisitos como improperios que harían enrojecer a un mulero. Ayudándola se encuentra un mediano llamado Ulton, bastante joven para los estándares de su edad, que de vez en cuando sale para ayudar a Roble cuando hay máxima afluencia de clientes.
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