Por la parte exterior tiene pinta de ser una especie de casa rural, de piedra y madera, con dos plantas y una chimenea que suelta continuamente volutas de humo. Es un edificio rustico con pinta de ser antiguo y robusto, que se encuentra tanto en los barrios bajos de las ciudades como al lado de caminos recónditos y embarrados.
Por fuera parece mucho más pequeña de lo que es por dentro, y tan solo tiene una puerta, sobre la cual cuelga un cartel destartalado, donde entre los restos de pintura roja aún puede leerse “[…]a […]oria […]minable”. Las dos ventanas que se encuentran a ambos lados de la puerta mantienen los postigos cerrados, y cualquier intento de ver el interior de la misma sin entrar en ella se verán impedidos tanto por ellos como por la suciedad que los cubre, pudiéndose observar tan solo la luz que asoma a través del quicio de ambas ventanas o de la puerta. Si alguien intenta escuchar algo, tan solo oirá un breve murmullo, acompañado de risas, abucheos o gritos, según la historia que se esté contando en esos momentos.
La taberna normalmente suele aparecerse durante pocos días en un sitio, y suele hacerlo cerca de los lugares por donde se están moviendo bardos importantes o personajes que tengan grandes historias que contar. De hecho, entre los bardos corre la leyenda de que únicamente aquellos que tengan una de las jarras de la taberna entre sus posesiones pueden ser considerados grandes historiadores de verdad. La taberna, en contra de lo que piensan algunos, no mira la moralidad de aquellos que busca, encuentra e invita a su interior, y por sus puertas han pasado paladines, asesinos, guerreros, magos y clérigos, tanto solos como grupos enteros de aventureros. Y una vez dentro, todos los invitados han tenido que contar su historia tarde o temprano.
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