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El desafío de los 30 días de Lord Tzimize

Nuestro compañero del blog «El rincón del demonio» ha decidido participar en el Desafío de los 30 días, pero a su manera, escribiendo todo en un mismo día. Podéis ver sus respuestas en este enlace:

http://rincondemonio.blogspot.com.es/2013/10/el-desafio-de-los-30-dias.html

Puedes ver más participaciones en este desafío leyendo al resto de los participantes.

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El Desafío de los 30 días: día 1

Bueno, pues hoy comenzamos con el desafío de los 30 días y, como no podía ser de otra forma, la primera pregunta tiene que ver con los inicios.

¿Como comenzaste con los juegos de rol?

Desafio30d

Kano

Mi inicio con los juegos de rol tiene una parte clásica y una parte muy personal.

Por la parte clásica, años antes me habían regalado el Heroquest, juego de tablero. Este juego me ocupaba demasiado en casa de mis padres, en Valencia, así que lo teníamos permanentemente en el chalet de mis abuelos, en Elda, donde los pocos fines de semana que bajábamos lo desgastábamos todo lo que podíamos con mis primos.

Con el tiempo, acabé descubriendo que necesitaba más, y en una de las frecuentes excursiones a librerías que hacía con mis padres los fines de semana descubrí, en una librería que era más propia de un dungeon que de una librería clásica (y en la que acabé trabajando muchos años después), unos libros bastante raros que hablaban de jugar tu a tus propias aventuras y demás. El libro que me atrajo, y que compré tras un par de visitas y muchas dudas, fue el básico de Runequest de Joc Internacional. Era extraño, porque la idea de saber que la cantidad de cosas que se podían hacer con él me atraía una y otra vez, sin saber exactamente que cosas eran esas. Vamos, todo hype.

Recuerdo perfectamente como olía cuando lo abrí en casa (me pasa poco con los libros) y como lo devoré una y otra vez. Por supuesto, hice fotocopias de la hoja de personaje y rellené unas cuantas. Pero no podía probar nada hasta que no bajase a Elda, así que así se quedó la cosa.

El día que lo probé fue unas semanas después. No dio tiempo más que a hacer las hojas de personaje, ya que estuvimos cerca de 3 horas, y en verano y con piscina cerca, eso es un problema. Y aunque no seguimos con ello, las historias que contamos esa mañana y las chorradas que se nos ocurrieron hicieron que mi imaginación ya desbordase tanto que por la noche estuve apuntándome ideas para aventuras. Tanto desbordó, que sin tener oportunidad de volver a sentarnos, al llegar a Valencia me compré el siguiente libro de rol… atentos: El manual de combate de Rolemaster, también de Joc. (Publicidad engañosa… en la contraportada ponía que añadía infinitas posibilidades de combate a CUALQUIER juego de rol).

Sin embargo, ahí quedó la cosa.

La parte personal es que un año después murió uno de mis abuelos. A mi me afectó bastante, e inconscientemente me hizo cambiar en bastantes cosas, aunque muchas de ellas no llegaron a notarse de cara al exterior.

Una de esas cosas fue la necesidad de distanciarme del grupo de amigos de siempre. No me agobiaban, o al menos, no era por agobio, sino por la necesidad de hacer cosas nuevas. Necesitaba una afición que compartir, algo de que hablar, algo que hacer. Algo que ocupase mi mente, fuera de los estudios, las relaciones en el grupo, los amoríos, etc.

Un día, estando en la biblioteca junto a un grupo de chicos con los que había tenido conversaciones puntuales, salió el tema del rol. No es que ellos fueran roleros de toda la vida, al contrario. Del grupo de amigos, solo uno había jugado a rol, y ni siquiera era el tema de conversación. Pero yo escuché la palabra «rol» y me acordé de lo que me había comprado un año antes. Así que le pregunté a este chico si seguía jugando y que hacían cuando jugaban.

Él me lo explicó a desgana, pues realmente estaba hablando de otro tema, pero yo insistí. Y le pregunte cuando quedaba a jugar. Este chico me contestó que hacía tiempo que no quedaba, e insistiendo y metiéndose otros en la conversación, también interesados por las explicaciones, acabamos entre todos los que estábamos estudiando en la mesa buscando un día para jugar.

La primera partida que hicimos fue la que dirigí yo con el nº 1 de la revista Dragón de Zinco, y el manual de AD&D2ª Edición. Así era yo, desprendido a la hora de comprar manuales. Y veintiún años después, aquí sigo.

Tiberio

Yo también empecé con el Hero Quest, y leyendo en la Micromanía aquella extraña sección que hablaba de juegos de rol de ordenador, pero también mencionaba los juegos de rol «de verdad» que a mí me intrigaban tanto… Un día empezó en mi clase un compañero nuevo que jugaba a rol, y fuimos un amigo y yo a jugar con él y otro amigo suyo una partida al Alta Inseguridad… un jueguecillo que publicaron en la Guía del rol de JOC, escrito por la CIA (Campos, Ibañez y Aceytuno) y del que recuerdo poco más allá de que mi personaje se llamaba Frodo y de que la cabeza de Michael Robinson (el del fútbol) acabó metida en una taza de un baño 😛

Quedé tan entusiasmado que la siguiente partida que jugué la dirigí yo con un juego que me inventé y que hoy definiríamos más bien como una partida autojugable, se la dirigí a mi madre que quería ver que era esa cosa rara del rol, y en ella estaban en Granada en el sXVI y había una conjura para provocar una revuelta musulmana.  Después hice un juego basado en el que era mi videojuego preferido, el X-COM que muchos de aquí recordarán, y que tenía unas 15 páginas y habilidades tremendamente inspiradas en las aventuras gráficas (hasta había una de Inventario). Dirigí una partida a los dos chicos que me habían enseñado a jugar y fueron bastante críticos, así que ahí se quedó aparcado el juego para siempre :). Me dejé de tonterías y me compré el Aquelarre!

 

Puedes ver más respuestas a esta pregunta leyendo al resto de los participantes del Desafío de los 30 días.