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Historias de Taberna – La traición de Lieche

Pasó mucho tiempo después de la traición de los dioses que deseaban Escribir. En el mundo, los elfos, enanos y humanos prosperaron, y de las escrituras corruptas de Ardol, aparecieron los trolls, los orcos y los goblins. Pero, mientras los elfos y los humanos eran felices bajo la luz de Praetes, a los orcos y los goblins les dañaba su contacto.

Ardol odiaba esto. Deseaba que sus criaturas acabasen con las criaturas puras de Praetes, pues estaba comido por la envidia después del fracaso en su intento por Escribir. Así que urdió un plan para ayudarles.

Engaño a Lieche. Fingió estar apenado por el triste destino de sus criaturas, y convenció a la diosa Araña de su tristeza, haciéndole creer que tan solo buscaba una manera de conseguir que fuesen felices. Lieche le creyó, y tejió una enorme tela oscura, tejida con el material de las pesadillas. Siendo el único material que protegería a los orcos y a los goblins de la luz de Praetes, cubrió todo el firmamento con ella, creyendo las mentiras de Ardol.

Ardol, libre de la luz de Praetes, se volvió muy poderoso. Durante largas generaciones humanas, los trolls, orcos y goblins camparon a sus anchas. Las cosechas no prosperaron, y los hombres y elfos se desesperaron, mientras los enanos, casi exterminados por la oscuridad de las pesadillas, decidieron alejarse de ella, buscando la protección en el subsuelo.

Los dioses sufrieron esta situación, pero poco podían hacer. Lieche, que hubiera podido desenredar su tela, al comprobar la mentira de Ardol se volvió loca por el dolor que había creado, y se escondió bajo la sombra de Iriana, que la abrazó con amor entre sus brazos. Kriech la buscó durante mucho tiempo, sin encontrarla, y tuvo que volver ante el resto de los dioses con las manos vacías.

Sin embargo, no estaba todo perdido. Lavondel, la flechadora, lanzó sus flechas contra el oscuro firmamento. Y de esta manera nacieron las estrellas, pequeños orificios que dejan ver parte de la luz de Praetes que se encuentra más allá. Ardol, ayudado por el Innombrable, acudió presuroso a atacar a Levondel, pero cuando estaban llegando se encontraron a Kriech armado, preparado para proteger a su aliada.

Cuentan que el combate se mantuvo durante tantos años que el niño que nació cuando Kriech dio el primer golpe murió de anciano antes de que lanzase el último. Sin embargo, el combate no avanzaba. Frente a la habilidad de Kriech y Levondel, Ardol y el Innombrable lanzaban sus artimañas rastreras y sus ponzoñas. Ante la valentía de Kriech se encontraba la fuerza de Ardol. Frente a la destreza de Levondel, las artimañas del Innombrable.

Y fueron estas las que decantaron la batalla. Levondel cayó herida ante uno de los traicioneros golpes del Innombrable. Y habría perecido de no ser por Krummel. Ardol creía que Krummel le ayudaría, ya que los enanos tampoco son criaturas que adoren la luz y de todos es conocido el amor de Krummel por los enanos. Sin embargo, al ver caer a Levondel, Krummel sintió miedo de una victoria absoluta de Ardol y, prefiriendo como compañeros de planera a elfos y humanos que a orcos y goblins se lanzó al otro extremo del mundo. Blandiendo su poderoso hacha, golpeó con dureza la oscura teladearaña, creando esa fisura que hoy llamamos Sol.

Ardol, ciego de furia, comprobó que su fuerza disminuía de nuevo bajo la luz de Praetes, y antes de ser derrotado, abandonó a sus aliados, furioso, en busca de Krummel para acabar con él. Aunque estaba debilitado, su rabia incrementó su fuerza, se lanzó con todo su poder contra el dios-enano. Y cuando estaba a punto de acabar con él, un grito de Kriech, que resonó en el mundo como un enorme y profundo trueno avisó a Krummel en el último momento. Girándose, Krummel logró evitar la carga de Ardol, aunque no pudo impedir que la espada del malvado arañase su cara.

Al apartarse Krummel, Ardol atravesó el Sol y quemose por la luz de Praetes. Enloquecido de dolor, debilitado y furioso, Ardol volvió a Aleph como pudo, y al impulsarse para esconderse empujó la tela que, desde entonces, sigue girando en torno al mundo, produciendo el Día y la Noche.

Ardol, desfigurado y abrasado, se retiró a lo más profundo de Aleph, donde sigue acumulando odio hacia Praetes y su mundo, odiando a todo aquello que no teme la luz. Desde entonces, su lema ha sido «Vencido, pero no derrotado». Muchos oscuros sectarios escriben aún hoy en las calles de Vilés el lema de Ardol, como un oscuro recordatorio de que lo que pudo ser, podrá ser .

Desde entonces, el firmamento gira en torno a Aleph. La fisura con los años ha ido formando un circulo perfecto, al que los hombres llaman Sol, a través del cual la luz de Praetes inunda el mundo cuando pasa por encima del mundo. Con el tiempo, la tela de Lieche se ha ido desdibujando, aclarando, hasta alcanzar un azul claro. En la parte más alejada de la fisura, la infinidad de agujeros creados por Levondel muestra infinitos puntos que dan acceso a la luz de Praetes. Los elfos llaman estrellas a estos agujeros, y son sagradas para ellos, que dibujan extrañas formas y dan lugar a curiosas interpretaciones.

Tras la batalla, el mundo tuvo que recuperarse de tantos años de oscuridad. Levondel, seriamente dañada y emponzoñada por el Innombrable, se volvió pálida como la plata, e incapaz de mantenerse sobre la superficie de Aleph, se dejó flotar hasta el firmamento, donde aún sigue moviéndose de forma caprichosa. Los humanos la conocen con el nombre de Luna. Krummel salió de la batalla casi indemne, a excepción de una cicatriz que le cruza la cara en diagonal, donde el arma de Ardol le golpeo antes de hacerle desequilibrar. Los humanos y los elfos sufrieron decenios de penurias, hasta que volvieron a recuperar la superficie a la oscuridad de Lieche. Los enanos se desarrollaron bajo el subsuelo, peleando con otras razas afines a Ardol, y aquellos que volvieron a la superficie cambiaron con el tiempo, dando lugar a las razas de los medianos.

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