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Taberna de la Historia Interminable – Clientela II

De vez en cuando es un bardo el que se sienta en el taburete. No ha entrado en la taberna por ser perseguido o encontrarse en una situación desesperada, sino por la fama que posee como narrador de historias. Durante años, el bardo ha ido recorriendo el mundo recogiendo historias y cantándolas o interpretándolas, y en cada taberna en la que el bardo se para y realiza su actuación la fama de este va aumentando. Llega un día, finalmente, en el que el bardo descubre la puerta de la Taberna, o como suelen contar en sus propias historias, la Taberna se muestra al bardo.

Al entrar siempre se encuentra el taburete vacío. Si algún bardo tiene interés en preguntar cuanto tiempo lleva el taburete vacío, todos los asistentes le confirmarán que tan solo unos instantes antes de que este entrase en la taberna, el anterior narrador acababa de finalizar su historia. Y poco más podrá preguntar, ya que tan pronto se siente, Roble aparecerá a su lado llevando una jarra llena de cerveza, grabada con relieves que recordarán al cartel de la Taberna entremezclados con algún símbolo propio del bardo. En esos momentos, el bardo ya no puede dudar de donde se encuentra. Es posible que mire a su alrededor observando los detalles con una mirada centelleante, sabiendo que ha alcanzado parte de su destino, y que es posible que ahora mismo algún dios esté preparándose para escuchar su historia. Beberá un trago largo y comenzará su intervención.

Las historias que cuentan los bardos no suelen parecerse a las que cuentan el resto de los narradores, y se acercan más a la comedia que al drama. No suelen basarse en las experiencias de los bardos, sino en alguna de las historias que este ha recopilado durante sus viajes y que al ir contándolas de taberna en taberna y de campamento en campamento han ido puliéndolas. En su gran mayoría suelen estar acompañadas de música, y son las únicas que al ser escuchadas consiguen que la audiencia ría divertida. Tras la narración el bardo se levanta, y despidiéndose con grandes gestos grandilocuentes, con la jarra en el morral, sale por la puerta de regreso a su mundo o se entremezcla entre el resto de los clientes.